El verano acaba de terminar y con él se ha ido la presión de la operación bikini, los pantalones cortos y los tan temidos bañadores. Sin embargo, la llegada del otoño supone además de la vuelta a la rutina, la vuelta a la ropa invernal, esa ropa que guardaste en una caja en el altillo y que ahora, cuando tienes que volver a ponértela, te das cuenta que está un poquitín más justa de lo esperado porque los heladitos, barbacoas y demás caprichos de verano te han pasado factura.
Esta factura parece fácil de pagar, una semanita a dieta y listo!! Pero…ay amigos esto no es tan fácil porque supone vencer a la inercia lo cual nunca ha sido sencillo y…encima hasta ahora esa inercia te decía que podías comer lo que quisieras y cuando quisieras.
Cuando consigues convences a ti mismo, comienzas poquito a poco y con mucha fuerza, pero a la primera tentación sucumbes. Empiezas de nuevo, pero esta vez intentas ser fuerte y entonces llega una boda, una cena con los amigos o una simple tarde de cine ¿Cómo no te vas a tomar unas palomitas, si total…solo te sobran dos o tres kilitos? Al final te encuentras acabando el mes de septiembre, con el otoño encima, lloviendo y con sensación de haber estado todo el mes a dieta pero sin haber conseguido ningún resultado.
Como esta sensación te agobia, vuelves a empezar pasándote así un tiempo de dieta en dieta y al final…parece que tampoco merece la pena. Ay!! mis queridos cosmopolitas, ya lo dice el rafrán “para estar bella hay que sufrir”.
La experiencia me dice que para quitarte algo de peso no hay más opción que cerrar la boca, hacer deporte y, en todo caso, ir a un especialista que te enseñe a comer para que nunca más vuelvas a recuperarlo. De todas formas, también creo que hay que cuidarse por dentro, así que si el autocontrol culinario te va a suponer un agobio, olvídate de él y disfruta de la vida porque siempre será más fácil arreglar lo físico que lo psíquico.
Bienvenidos al otoño!!!
xoxoxo